Lenguajes comprendidos únicamente por la tribu de los amigos, malos humores, secretos, pasiones totalizantes, autoengaños conscientes, corazones rotos, mentiras, portazos en la cara: es la adolescencia, limbo indescifrable entre el estado de gracia de la infancia y la edad adulta. Todos los equilibrios se subvierten: no se consienten ni certezas ni puntos fijos. Tampoco para los padres, que no logran encontrar una forma de diálogo y temen que sus hijos no consigan lo que quieren. Y sin embargo hay siempre una forma de retomar las riendas, de poner en valor los recursos, de reactivar las energías, partiendo de la argamasa que une a padres e hijos: el amor incondicional. El método del coaching sirve para potenciar dicha forma mediante prácticas muy pragmáticas. A veces es necesario tomar conciencia de las lentes deformantes a través de las cuales contemplamos la realidad y dar un paso atrás para tender un puente transitable hacia el futuro. Se trata pues de desbrozar un territorio de encuentro para los jóvenes, una zona franca donde experimentar nuevas palabras y nuevos caminos que ayuden a los chicos a reflejarse en sus propias inquietudes, el ansia y el miedo de cambiar, y ayudar a los padres a redescubrir el papel de guías del cual, aturdidos, han abdicado. A través de una serie de casos prácticos el coaching ofrece ese punto de vista externo a menudo tan necesario para volver a centrar los objetivos, darse tiempo de entender, escuchar y descubrir dentro de sí las potencialidades no expresadas, reconstruyendo un recorrido educativo sereno.