La música transforma vidas. Pero no solo vidas, cambia las ciudades, modifica su lenguaje, sus formas, su estilo y sus colores.
Cali es un ejemplo palpable de ello, pues esta ciudad sufrió una metamorfosis asombrosa a través de los ritmos afrocaribeños. Muchos fueron testigos de cómo la ciudad fue mutando en sus orígenes musicales. Y fue en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, con la llegada del Trío Matamoros y el posterior arribo de la grandiosa Sonora Matancera, cuando comenzó a dar muestras de ser más caribeña que andina. Esa era la gran paradoja, una ciudad andina, incluso más cercana al Pacífico, que se fue deslizando a través de su sonoridad hacia los brazos del sabor ancestral afroantillano.