Nueva Jersey, 1987. Charles Cullen, un tímido y discreto enfermero, cuida a los pacientes de la unidad de quemados. Nadie imagina que en ese pabellón actuaba un asesino en serie que había puesto en práctica un macabro método para acabar con la vida de los que dependían de sus cuidados.
Tras su detención en 2003, Cullen fue enseguida apodado por los medios como «El ángel de la muerte». Sin embargo, no era en apariencia un monstruo, sino un marido y padre querido, respetado por sus compañeros del hospital. Implicado en la muerte de más de 400 pacientes, fue también quizás el asesino en serie más peligroso de la historia de EE. UU.