Dice Platón en su obra: «He aquí, pues, el recto método de abordar las cuestiones eróticas o de ser conducido por otro: empezar por las cosas bellas de este mundo y teniendo como fin esa belleza en cuestión y, valiéndose de ellas como de escalas, ir ascendiendo constantemente, yendo de un solo cuerpo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a las bellas ciencias, hasta terminar, partiendo de estas, en esa ciencia de antes, que no es ciencia de otra cosa sino de la belleza absoluta, y llegar a conocer, por último, lo que es la belleza en sí».
Según El Banquete de Platón, especulación teorética y creación estética se imbrican de tal modo que resulta difícil encuadrarlo con exclusividad en la historia de la filosofía o en la de la literatura. Anticipa este diálogo la doctrina de la función salvífica del amor expuesta en el Fedro, pero sobre todo recrea aquel irrepetible ambiente intelectual de la Atenas de finales del siglo V a. C. En sus diversas manifestaciones, representadas en su confrontación con Sócrates por un joven esnob (Fedro), un sofista (Pausanias), un médico (Erixímaco), un comediógrafo (Aristófanes), un poeta trágico (Agatón) y un político calavera (Alcibíades).Aunque nacido en el ambiente homoerótico de la Academia, El Banquete platónico creó el género literario simposíaco y logró sortear, gracias a su inmensa belleza, los peligros que a lo largo de los siglos se cernieron sobre el «amor nefando».