En El delfín, Álvaro Salom Becerra hace un extraordinario retrato de uno de esos personajes privilegiados y consentidos, sin méritos ni esfuerzos de ninguna clase y que a pesar de sus vicios y defectos obtiene honores, éxitos y triunfos, por el solo hecho de ser hijo de un hombre políticamente poderoso, por pertenecer a la dinastía gobernante.