La rabia excesiva suele perjudicar al que la siente más que al ofensor y eso mismo pasa con otras emociones como el miedo, el resentimiento y la venganza. Los países, como las personas, también son víctimas de ese desafuero emocional, con lo cual, en todos los lugares del planeta se padece algo de eso. Pero en América Latina esas emociones han menoscabado más la convivencia social, entorpecido más la actividad política, dificultado más el logro de proyectos colectivos, frustrado más los objetivos de largo alcance.