Cuando las zonas fronterizas de Europa se liberaron del dominio soviético, la autora emprendió un memorable viaje desde el Báltico hasta el Mar Negro, pasando por Lituania, Bielorrusia, Ucrania y los Cárpatos con la intención de comprender la nueva configuración de unos territorios definidos a lo largo de su historia por imperios en constante colisión. Por el camino descubrió un amplio abanico de culturas identitarias, religiones y aspiraciones nacionales que competían entre sí.