Cuando su amiga Castorcita consigue un nuevo videojuego, Franklin se vuelve adicto. Deja de ir al entrenamiento de fútbol y ya no quiere volver a jugar con sus amigos.
Pero cuando se da cuenta de que al tiempo que gana puntaje en los videojuegos, pierde a sus amigos, comprende su error y recuerda lo divertido que es jugar al aire libre.