En febrero de 2015, Oliver Sacks recibió la noticia de que el melanoma que le habían diagnosticado en el ojo diez años antes había generado metástasis y ahora le afectaba al hígado. Se trataba de un tipo de cáncer con muy pocas opciones de tratamiento, y los médicos le pronosticaron que no le quedaban más de seis meses de vida. Poco más de un año antes, había completado su apasionante autobiografía -En movimiento-.
Los cuatro ensayos que forman este volumen componen una suerte de coda a ese libro, una visión panorámica de la vida desde el punto de vista de alguien que encara la muerte con aceptación pero sin renunciar a su deseo de "morir al pie del cañón". En el primero de ellos, "Mercurio", nos habla de las "delicias de la vejez"; en "De mi propia vida" expresa su inmenso sentimiento de gratitud por haber tenido una existencia vital e intelectual plena. En "Mi tabla periódica", Sacks evoca su afición a las ciencias físicas y a los elementos de dicha tabla. Y en "Sabbat" recoge su complicada relación con la religión de sus padres, el judaísmo. Oliver Sacks nos lega en estas páginas la gratitud del título.