En la Iliada se narra la ira de Aquiles, ofendido porque Agamenón, el jefe de los aqueos, le ha quitado una esclava. Aquiles se retira del combate, lo que inclina la balanza de la guerra a favor de los troyanos. Aquiles rehúsa la embajada de los reyes de los aqueos que acudía a él rogándole que depusiera su ira; pero accede por fin a que su amigo Patroclo acuda al combate, lo que causa su muerte a manos del héroe troyano Héctor. Aquiles olvida entonces su pertinaz negativa: con nuevas armas —había dado las suyas a Patroclo— hechas por Hefesto, el artesano divino, vuelve al combate y da muerte a Héctor, cuyo anciano padre, Príamo, logra, al final del poema, rescatar su cadáver y pactar unos días de tregua para sus honras fúnebres.
El motivo de la guerra, o justificación del mito —Helena, esposa de Menelao, hermano de Agamenón, había sido raptada por Paris, hijo de Príamo— es suficiente para que el lector asista al encarnizado enfrentamiento de unos héroes. Efectivamente, la profecía que le hace Héctor en el momento de morir, respecto a la prontitud con que le llegará la muerte, se cumple.