En Julio César, Shakespeare aborda la polémica figura del emperador romano con aguda visión y con una originalidad dramática inédita hasta entonces. Siguiendo la pauta trazada por Plutarco en las Vidas paralelas, contrasta virtudes y defectos de los protagonistas, resalta las ironías del destino y aprovecha el valor de la anécdota.
Los personajes de la tragedia acusan así un relativismo y una ambivalencia que confieren a la obra, en apariencia muy sencilla, una notable complejidad.