Rosa Bosch, «La Catalana», llegó a Colombia en 1962 enamorada de Manuel Zapata Olivella, quien poco tiempo después se convertiría en su esposo y compañero de vida.
La vida de Rosa —reconstruida desde el afecto y la admiración de su amiga Mariela Zuluaga— permite hacer una lectura de lo que significó para ella vivir en un país ajeno, rodeada de la fama de su marido y de personas pertenecientes a círculos intelectuales en un territorio cambiante en el que las tradiciones populares comenzaban a ganar el reconocimiento del establecimiento. Su testimonio también la muestra como una mujer de apariencia recia, mientras por dentro la apremiaba la fragilidad de la economía y el estilo de vida familiar que dejaba poco para el goce y disfrute en la esfera privada.