La Divina Comedia es seguramente la obra magna de la literatura medieval y una de las más señeras de toda la mundial. En ella, Dante Alighieri —tras emplear sus últimos quince años de vida, los más fructíferos— nos donó un sublime compendio del saber medieval, un maravilloso crisol simbólico que forjó nuestra cultura y una fuente insustituible para cualquiera que quiera comprender las raíces cristianas de Europa. También la expresión más hermosa posible de un amor platónico e incondicional que transciende las dimensiones físicas de este mundo y se troca en pura espiritualidad.
Este enorme empeño poético en tres partes —que narra alegóricamente el periplo del alma por las torturas abisales del Inferno y la yerma planicie del Purgatorio, para llegar finalmente a las cumbres doradas del Paraíso— supone además una especie de experiencia mística personal. Nadie hasta hoy ha conseguido alcanzar —ni seguramente lo logre jamás— la cima de inspiración y fantasía del genial poeta florentino en esta su obra más justificadamente inmortal.