Cuando se menciona el nombre de Einstein nos viene a la mente la teoría de la relatividad, al igual que ocurre con Newton y la ley de la gravitación universal, y así como con tantas otras figuras ilustres de la historia de la ciencia cuyos nombres están asociados a descubrimientos que han supuesto cambios significativos en el paradigma científico. Sin embargo, cuando se hace referencia a Robert Hooke, a lo único que suele asociarse, en el mejor de los casos, es a una sencilla ley que se estudia por primera vez en el bachillerato y que tiene relación con muelles y resortes o, para ser más precisos, con el concepto de elasticidad. Se trata de la ley de Hooke, que dice que cuando sometemos un cuerpo elástico a una determinada fuerza, aparece siempre otra fuerza opuesta que trata de devolver el cuerpo a su estado original. Hooke, gracias a una serie de resultados experimentales, estableció una relación lineal entre la fuerza elástica recuperadora y la elongación del cuerpo elástico mediante una constante que depende de la naturaleza del material elástico y de la forma del cuerpo en cuestión. No se puede decir que sea un gran hallazgo, pero es una ley importante debido a sus numerosas aplicaciones. Y esto es todo lo que durante más de trescientos años se ha reseñado de Robert Hooke. Pero la ley de Hooke es la punta de un enorme iceberg bajo el que ha permanecido oculto uno de los científicos más importantes del siglo XVII, y también uno de los que peor ha sido tratado por la historia.