Un día, sin intención, encerré a mi hermana en la maleta hermética de papá. Una de esas enormes maletas que solo se abren con una clave numérica. Lo peor de todo es que ¡no tenía la menor idea de cómo abrirla, ni cuál era la clave!
Fue precisamente a raíz de ese incidente, que llegó Mireya a nuestras vidas. Ella venía de una tierra con costumbres distintas, donde hablaban una lengua diferente. Mireya sabía contar buenos cuentos de terror y preparar las habichuelas. Pero lo más extraordinario de todo fue que Mireya llegó sólita y se marchó acompañada.
Con un lenguaje fresco y cálido, La maleta nos invita a volver nuestra mirada al espacio de la familia y la vida de quienes deben alejarse de su hogar para buscar un mejor porvenir.