La historia de Canaán no es la de un gran imperio, ni siquiera la de un pequeño reino. Es la historia de un pueblo que, a pesar de estar rodeado por entidades políticas muy superiores, y de haber sido conquistado una y otra vez, jamás perdió su personalidad, su lengua ni su cultura. Es más, llegaron a influir de forma muy trascendente en la historia y la cultura de otros pueblos. Si Biblos fue el máximo exponente de la cultura cananea durante la Edad del Bronce, Tiro, Sidón y Arwad se convirtieron en las más perfectas representantes de la cultura fenicia durante la Edad del Hierro. Y aunque, con la llegada de los romanos, se podría pensar que se ponía punto y final a la historia de los fenicios, en realidad solo fue un punto y aparte, ya que el relevo de Tiro lo tomó Cartago, que se convirtió en la última representante de un pueblo que bajo distintos nombres (cananeos, fenicios, púnicos) habían hecho del Mediterráneo su hogar y del comercio su modo de vida.