Gedeón Bramante es el presidente de la nación de Nubada, que se halla amarrada a una dictadura inhumana y estrafalaria, conducida por una corporación de consejeros, celosos por agradar a su jefe y desconfiando unos de otros. Gedeón Bramante busca seguridad en un búnker al que sitúa en el paraje desolado de la Caldera de Cavernaria, un vasto espacio inhabitable guardado por unos extraños, primitivos e inquietantes pobladores. Un arquitecto conduce la obra monumental del búnker con la pretensión de volverlo madriguera y reducto invulnerable. Todos los personajes que habitan la novela se sienten amenazados. Y se va creando un duro estado policial con el que se pretende descubrir y abortar las conspiraciones. Los conflictos civiles salen a la luz. El país se pudre. La solución para mantener y perpetuar el degradante estado de cosas es el de transferir las culpas a un enemigo exterior. Se declara la guerra al país más próximo. Llegan los tiempos de las calamidades y de muerte. Solo a unos pocos se les prometerá la salida del grutesco encierro.