La historia de los imperios surgidos de las estepas de Asia central ha estado tradicionalmente rodeada de leyendas y oscuridad. De personajes como Atila, Gengis Kan, Kublai Kan o Tamerlán nos han llegado noticias narradas, sobre todo, por sus adversarios, lo que ha distorsionado nuestra visión de los diez siglos durante los que los pueblos nómadas de las estepas dominaron de forma épica amplios territorios, que llegaron a unir China y Europa.
Estas civilizaciones fueron fundamentales en la historia de Eurasia: desarrollaron un comercio sin parangón —impulsado por el auge de la Ruta de la Seda— que trajo paralelo un intercambio de ideas y un conocimiento esencial para la futura configuración de dos mundos que se desconocían.