Compartir casa con un compañero de piso tremendamente atractivo debería ser un sueño hecho realidad, ¿verdad? Sin embargo, no es así cuando el chico en cuestión es Justin, la única persona a la que he amado... y que ahora me odia. Cuando mi abuela murió y me dejó la mitad de la casa de Aquidneck Island, había una trampa: la otra mitad iría al niño al que ayudó a criar. El mismo niño que se convirtió en el adolescente a quien rompí el corazón hace años. E