Este libro explora las maneras en que los cuadros de costumbres fueron usados en Colombia, Ecuador y Venezuela para nacionalizar poblaciones heterogéneas y producir pueblos nacionales para estos tres países tras la disolución de la llamada Gran Colombia (1819-1831). Nuevos y viejos patricios eligieron escribir sobre tipos sociales específicos y los compilaron en álbumes o «museos literarios» con el fin de crear pueblos que reflejaran sus propias historias personales y proyectos políticos. En respuesta a estos mecanismos de inclusión y exclusión, escritoras como Josefa Acevedo (1803-1861) y Dolores Veintimilla (1829-1857) escribieron sobre personajes indeseables, como mendigos o presuntos criminales, con el fin de hacer evidentes los principios excluyentes que se usaron para organizar los pueblos nacionales. Estas páginas proponen una lectura de los cuadros de costumbres como herramientas políticas y los sitúan en su relación con otras formas de representación, como las microbiografías de hombres ilustres o las novelas de
folletín, géneros con los que sus autores buscaron definirse como representantes de un pueblo que, como ellos mismos, cambió durante la formación de las repúblicas.