Ernesto Sabato, oscilando entre la desesperación y la fe, nos entrega en este libro su valor, su persistencia incorruptible, su pasión y su lucha ante las adversidades, la solidaridad de cada gesto suyo con los más desposeídos, su total entrega al arte y su permanente esperanza en los jóvenes: "A pesar de las atrocidades ya a la vista, el hombre avanza perforando los últimos intersticios donde se genera la vida."
El mítico Parque Lezama, la infancia y los años de juventud, los recuerdos felices y los abrumadores, Matilde y la muerte de Jorge, la difícil decisión de abandonar la ciencia, los interrogantes sobre la existencia de Dios, los desastres de la clonación y los productos radioactivos, los excluidos del sistema, el consumo visto como sustituto del Paraíso, la robotización del hombre, desfilan por estas páginas. Y en el centro de las evocaciones, la casa. "Quiero que todo en la casa quede tal cual está, con sus roturas y con sus paredes medio descascaradas... Esta casa donde nació mi obra y murió Matilde...
Testimonio, epílogo, legado, testamento espiritual: Ernesto Sabato, como un Kafka de fin de siglo, indaga sobre la perplejidad y el desconcierto del hombre contemporáneo arrojado a un universo duro y enigmático. "Extraviado en un mundo de túneles y pasillos, el hombre tiembla ante la imposibilidad de toda meta y el fracaso de todo encuentro."
Por todo esto, hoy su voz suena como un ruego: "Les propongo, entonces, con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso... sólo quienes sean capaces de sostener la utopía, serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido".