La muerte ha hecho evidente una grieta en la relación de Lucas y Paula, una fisura entre la cual, en lugar de luz, se filtra el dolor de todos los duelos y todas las pérdidas Para encontrar un refugio ante la pena, la pareja decide viajar a La Perlita una isla escondida en el Caribe Allí, Lucas sospecha que la naturaleza se ha tomado a su esposa, que desaparece sin rastro entre el agua, devora mangos como si fueran pajaritos y se hace cómplice de la fauna de la isla, arrasando con todo a su paso